Mark Gisbourne
El regreso de la pintura figurativa está ahora en
pleno apogeo. Sin embargo, y de manera fortuita,
ha sido despojada de la necesidad de enfrentarse al
viejo debate abstracción-figuración, o incluso a la
“verdad” fotográfica enfrentada a lo “real” de lo pictoricista,
habiendo ambas posturas seguido la historia
de la pintura desde los 60. Pintores como el tándem
José Arturo Marín y Javier Sicilia, han esquivado
estas cuestiones en un flujo libre de expresión que
niega esos argumentos pasados de moda y molestos.
El uso de la fotografía, la postura y la composición,
forman un todo con su mentalidad y práctica
pictórica compartida.
Concebidos estratégicamente, los cuadros de
Martín y Sicilia se aproximan escrupulosamente a los
contenidos tanto de la narrativa como del cuadro
vivo. Frecuentemente situados en escenarios tanto
domésticos como públicos, la tendencia o temática
es la de cambio o distanciamiento. Está se formula
frecuentemente a través del mundo de post-adolescentes
o jóvenes. Dentro de esta unidad elogiosa, el
papel de las diferentes etnicidades y el desplazamiento
está frecuentemente resaltado y articulado en
sus cuadros. Las figuras están cómodas y sin
embargo son extrañas las unas a las otras, una
identidad y desplazamiento que los pintores Martín y
Sicilia comparten mediante la participación en las
imágenes. La identidad con y el distanciamiento de,
son sugeridos de manera similar en sus escenarios,
el tapiado de habitaciones en su piso de Madrid, o
las ventanas con barras en una escena de calle en
Prenzlauerberg, intensificado por el hecho de la yuxtaposición
del grupo de jóvenes a un graffiti de
pared... en sí mismo un producto común de la alienación
declarada y la disociación. Algo que los artistas
enfatizan mediante el uso de sus pinturas recortadas,
juntas pero separadas, itinerantes pero compartiendo
una proximidad personal. Ambos pintores
proceden de Tenerife, puede ser que esto enfatice
el doble concepto de isla y aislamiento, ambas palabras
significando “hacer una isla de: poner en una
isla” (isla), y “ser colocado en una situación separada
como una isla (aislar). Todas las figuras enfatizan una
forma de vínculo, pero un vínculo que está construido
de forma híbrida y flexible mientras nos enfrentamos
al mismo tiempo con extrañas incertidumbres.
¿Es un cuadro o es una historia?
Viviendo en Madrid, aunque recientemente durante
un tiempo en Berlín, los pintores Martín y Sicilia
representan parte de la nueva tendencia a volver a
utilizar el cometido de la figuración, a generar nuevas
formas de significado narrativo en lo que se consi-
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deraba hasta hace poco un mundo post-narratológico.
Por lo tanto, los artistas visitan con frecuencia el
Prado y un compromiso pro-activo con la magnífica
historia de la pintura barroca española les enseña a
ser intrépidos en este sentido. Lo que es único y
menos usual, sin embargo, es que los cuadros
están hechos en común, y ellos rechazan cuestiones
como la sicopatología de la soledad tan frecuentemente
asociada con el pintor aislado en su
estudio. Dentro de este contexto su trabajo pictórico
es simultáneamente pluriforme y unificado, ya que
hablan como uno solo, algo no inmediatamente aparente
ya que se expresan mediante sus diferentes
personalidades. Aunque puede que no estén tranquilos
en el mundo, parecen haber encontrado su
camino mediante una identidad compartida como
pintores. Su amor por Cervantes y su novela Don
Quijote, sugiere, quizás, una afinidad compartida
con otra extraña pareja. Corresponde al espectador
decidir quién es el caballero y quién el escudero. Y
para concluir con un dicho popular inglés, “¿de que
te quejas? Tienes dos por el precio de uno”.
© Mark Gisbourne
Historiador de Arte, curator y crítico.
Viernes, 23 de septiembre de 2005
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